Despiertas una mañana y cuando vas a mirarte en el espejo…no te reconoces. No te ves a ti mismo. No sabes cómo has llegado a ese punto ni si hay vuelta atrás.
A veces, nos dejamos influir tanto por las personas que nos rodean que poco a poco nos van quitando un trocito de nuestra identidad. Es cierto que los más allegados deben formar parte de nuestra vida, pero hablo de personas que están de paso, gente que realmente no es nadie para nosotros pero que se creen con derecho a absorbernos.
Insectores. Personas a las que a penas acabas de conocer pero les ofreces tu confianza, y es curioso porque sin darte cuenta ellos se van convirtiendo en una copia de ti mismo. Un día les ves imitando tus gestos, otro utilizan tus frases, gastan tus bromas e incluso visten con aquella chaqueta que les prestaste.
Insectores, que por falta de personalidad y autoestima se ven en la necesidad de meterse en la vida de los demás para poder sobrevivir.
Cualquiera ha vivido esto alguna vez, se encuentran en todas partes, igual los conoces en el trabajo, en algún curso o haciendo la compra, así que debemos cuidar a quién brindamos nuestra compañía.
Pobres desgraciados, en el fondo me dan pena, su vacío interior les obliga a ser ladrones de nuestras cualidades.
Siempre hay tiempo para encontrarse de nuevo ante el espejo. Ser uno mismo y vivir con la tranquilidad interior de saber que has sido auténtico.